La Luna y tu recuerdo
Eddy Antonio Hernández Peralta
Cada noche atisbo la Luna en mi ventana y esta me hace recordarte, me hace pensar en tus cabellos sedosos, de un prístino color miel, como esa que rezuma de tus deliciosos labios, tan rojos y sensuales que me hacer relamer los míos en un gesto con un toque de lujuria.
Hace mucho que olvidé por qué ya no estás a mi lado, pero cada vez que la Luna muestra su tímida y pálida luz, tu rostro aparece entre las brumas de mi memoria, como un fantasma que apenas se vislumbra entre las sombras de mi habitación.
¿Cómo no amarte con pasión desenfrenada, si tan sólo con mirarme lograbas encender mi pasión? El modo en que fruncías tu boca para incitarme era de antología, pues tus mohines de niña contrastaban con la lascivia de tu cuerpo de mujer. No pasaba un segundo cuando me tenías a tus pies, presto a hundirme entre tu concupiscencia y mi afán de tenerte entre mis brazos, hasta aprenderme de memoria cada curva, cada cicatriz, cada detalle de tu cuerpo y de tu piel.
Fue tal el fuego en que me solazaba, que en el momento en que partiste a conocer otros amores, no pude o no quise, siquiera, hacer el intento de retenerte, pues me dejaste en tal estado de catatonia que cuando pude percatarme de tu ausencia, hacía mucho tiempo que te habías marchado de mi vida, de mi espacio.
Nunca pude encontrar un amor tan completo y pervertido, como para olvidarte; y aún así, el paso de los años y los estragos por mis vicios lograron que las telarañas te cubrieran y la amnesia busca que se me olvide tu nombre, pero no ha logrado que se esconda en un incógnito rincón de mis pensamientos.
Pero fue tal la droga que suponía tu perverso hechizo que, aunque me abandonaste a mi suerte hace tantos años, la Luna me hace rememorarte cada vez que la miro en el lejano cielo.
El sortilegio de tu inquietante toque logró tatuar tu perfume, tu esencia, tus caricias tan profundo en mi piel, como entre mi alma, tanto que tu recuerdo, aunque vago, permanece ahí, sin darme tregua.
¿Qué importa si ya no recuerdo con tanta claridad esos momentos de prístina y quemante lujuria que pasé a tu lado ? ¿Qué importa? El tiempo que pasé junto a ti fue suficiente para llenar cualquier vacío que hayas dejado en mi alma.
¿Qué importa, si, de todos modos, la Luna se encarga de restregarme tu recuerdo, tu bellísima cara, tus desbordantes y sinuosos labios? Que aunque desvanecidas esas memorias, no me abandonan, aún a tantos años de tu ausencia.
Ojalá en otras vidas y en otros tiempos, te reencuentre para volver a encender esa llama y ya nunca, jamás, dejar que se extinga.