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Con interesantes novedades, reabre el Museo de Sitio La Ferrería, en Durango

Ubicado en el Valle de Guadiana abre sus puertas de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas

Ciudad de México, 25 ago (Crisol).- Actualizado con paneles informativos, recreaciones en 3D, ilustraciones artísticas y dispositivos lúdicos, el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de La Ferrería, en Durango, reabrió sus puertas para que los visitantes disfruten de un acercamiento inédito a los antiguos pobladores de esa región de la Sierra Madre Occidental.

Tras la renovación de su guion científico y museografía, en la que se incorporó la información surgida en la última década, el Museo de Sitio La Ferrería ahora da la bienvenida a los visitantes con la representación gráfica de un hombre y una mujer con tatuajes en el rostro y antebrazos, quienes eran antiguos habitantes del Valle de Guadiana, donde hace más de mil años se asentó una cultura ancestral.

El museo ofrece una ventana a ese pasado con nuevos datos, como los análisis antropofísicos realizados a osamentas recuperadas en el sitio arqueológico, y las cuales permiten conocer la posible fisionomía de sus antiguos pobladores, revelando la vida y cultura de la región, destacó la directora del Proyecto de Investigación Integral de La Ferrería, Cinthya Vidal Aldana.

La también responsable de la zona arqueológica abundó que La Ferrería es uno de los sitios arqueológicos más importantes del norte de México, pues fue habitado por una sociedad compleja que tuvo fuerte conexión con otras culturas de lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos y de Mesoamérica, entre los años 600 y 1350 d.C, es decir, el sur de Sinaloa, norte de Nayarit y de Zacatecas, costa central de Sonora y la sierra de Chihuahua.

El museo renovado da un recorrido por tres ejes temáticos que van desde la variabilidad biológica, las actividades y las tradiciones funerarias, a los temas denominados “Lugares y senderos” y “Geografía-Mundo”, en que se explora la relación de los ancestros con su entorno natural y su cosmogonía.

La colección, precisó Vidal Aldana, reúne 120 piezas arqueológicas, entre herramientas de piedra y cerámica, piezas de hueso y concha. Cada una fue seleccionada por su capacidad para ilustrar aspectos clave de la vida y la cultura en La Ferrería.

“Hay vasijas, lítica, pigmentos, sahumadores, etcétera, que proceden de excavaciones hechas de la década de 1950, a la actualidad. También se resalta la iconografía de la cerámica, y el arte rupestre que se despliega en el sitio. Estos motivos los usamos en sellos para que el público se lleve un recuerdo”, dijo la funcionaria.

El estudio de restos óseos y del medio ambiente confirmaron características físicas de los antiguos habitantes de la zona: los hombres tenían 1.70 metros de altura, una medida alta para la época. Tenían brazos y troncos delgados, con músculos marcados y tez morena. Asimismo, sus rostros eran medianos y anchos, y sus piernas presentaban formación atlética, resultado de los recorridos para la caza y recolección de alimentos.

Mientras que las mujeres medían 1.60 metros de altura y tenían rasgos sutiles, musculatura en brazos y piernas, especialmente en el empeine debido al trabajo físico al moler semillas y granos en el metate, que eran parte fundamental de la alimentación.

Ambos sexos solían llevar el torso desnudo y usaban taparrabo. La larga cabellera, negra y lacia, era símbolo de estatus y buena salud en las comunidades amerindias. Ellas la lucían en peinados enrollados a los lados o trenzas. El atuendo se complementaba con adornos, como aretes de cobre de los que pendían conchas colgantes, y collares de cuentas, elaboradas en coloridas piedras, cerámica, hueso y concha.

Además, mujeres y hombres tenían tatuajes, cuyos símbolos y grecas formaban parte de una iconografía ligada a su sistema cosmológico. Estos atavíos reflejaban la identidad y la conexión de las personas con su cultura y creencias, lo cual interpretaron las ilustradoras locales Paulina y Daniela Ortega Contreras.

El museo también muestra la construcción de viviendas, templos y otros edificios de carácter ritual, como el patio hundido y el juego de pelota. La arqueóloga Cinthya Vidal explicó que el asentamiento inició hacia 600 d.C, mientras que los basamentos piramidales y la cancha del juego de pelota se realizaron entre esa fecha y el año 750 d.C. Las siguientes construcciones se dieron entre 750-900 d.C. y 900-1100 d.C.

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