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El Bosque, la primera comunidad de refugiados climáticos de México

El Bosque, Tabasco 5 sep (EFE).- En esta entidad petrolera del sureste de México, los habitantes de la comunidad pesquera de El Bosque fueron reconocidos como los primeros refugiados climáticos de la historia del país, después de que el mar “se comiera” más de un kilómetro y medio de costa y llegara a sus hogares, hasta no dejarles otra opción que reubicarse, explicaron a EFE.

En 2007, cuando la planta petrolífera Kab-121 explotó vertiendo sobre las costas tabasqueñas toneladas de crudo, los servicios medioambientales contrataron a las 151 familias de la comunidad de El Bosque para recoger las enormes cantidades del viscoso líquido que infestaban las aguas donde siguen pescando camarones y peces.

Fue entonces cuando los habitantes de la localidad se dieron cuenta de que «el mar se acercaba».

«Nosotros casi no visitábamos el mar; visitábamos más el río porque estaba más cerca. El mar nos quedaba a 20 minutos caminando, como a un kilómetro y medio», recuerda Guadalupe Cobos Pacheco, portavoz de la comunidad.

Una erosión acelerada
El imparable flujo de agua hizo que en 2017 el mar derrumbara las casas de la primera línea del pueblo y, año tras año, se llevara la escuela, la tienda de más de 30 años de la madre de Guadalupe o las viviendas de la cuarta fila del pueblo.

En 2019, se dieron cuenta de que “aquí pasaba algo” y en 2021, con la ayuda de asociaciones ambientalistas y científicos, la comunidad comprendió que lo que vivían era una «erosión costera acelerada» derivada del cambio climático y la presencia de varias plantas petrolíferas a escasos kilómetros de la costa.

La principal hipótesis de organizaciones como Greenpeace México se basa en que la construcción de un conducto subacuático, del que no se tienen registros, para transportar el petróleo desde las plantas petroleras a las refinerías, modificó las corrientes atlánticas y aceleró la erosión.

El desplazamiento improvisado
Ahora, a las afueras del municipio de Frontera, en El Nuevo Bosque, ubicado a 12 kilómetros, 51 familias de las más de 60 han sido realojadas en pequeñas casas.

Durante más de dos meses vivieron a la luz de las velas, hasta que llegó la electricidad, al igual que el agua, que se obtuvo gracias a pozos que hicieron los propios desplazados para tener acceso al recurso.

Al drama medioambiental se suma el personal que sufren personas como Araceli Coto, madre de dos hijas y viuda después del atropello de su marido cuando llevaba a una de las menores a la escuela.

«Ahora me toca trabajar, luchar y viajar hasta la barra de El Bosque con los pescadores para seguir adelante», cuenta Coto, mientras lamenta que no recibe ninguna ayuda por parte de las autoridades.

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