“No sé ligar” o la dificultad de relacionarse en el acelerado mundo actual
“Estamos necesitando encuentros presenciales”, entre las conclusiones
Santiago de Compostela, 21 oct (EFE).- Una decena de jóvenes de entre 20 y 30 años, la mayoría desconocidos, se sientan una tarde en un bar de Santiago de Compostela en torno a una pedagoga para compartir sus problemas, reflexiones y actitudes sobre el hecho de ligar en la sociedad actual.
“No sé ligar” es el título del taller y uno podría imaginarse que en esa sesión de dos horas y media se escucharán consejos sobre cómo conectar con alguien que te pueda interesar afectiva o sexualmente, ya sea en una noche de fiesta, una clase de pilates o la cola del supermercado.
Pero la dinámica de debate entre los participantes -en su mayoría mujeres de diferente orientación sexual, pero también parejas y algún hombre- va derivando hacia las dificultades de establecer relaciones auténticas en el acelerado y tecnológico mundo actual.
“Abandono, tensión, bloqueo, nervios”, son algunas de las palabras que aparecen en la conversación cuando se habla de ligar, aunque también salen otras como “jugar, curiosidad, escuchar o experimentar”.
Los métodos habituales para contactar con gente -las aplicaciones de citas, salir de fiesta por la noche o conocer a amigos de amigos- no ofrecen muchas veces el resultado buscado.
“No bebo y no soy capaz de ligar de noche. Con Tinder pude perder el miedo y conocí a mucha gente, era muy divertido, pero un poco frustrante porque no llegaba a lo que yo quería que era tener un vínculo amoroso con alguien”, lamenta Ana (nombre ficticio), una historiadora del arte, heterosexual, de 25 años.
“En las aplicaciones, la gente vende una imagen. Todo es rápido, superficial, descartable y al final acabas también haciendo scroll en la vida real”, añade una de las participantes bisexuales en el taller.
Éstas aseguran que con las mujeres les “cuesta más tomar la iniciativa”, ya que dicen tener “más miedo a reproducir actitudes masculinas de dominación”.
“Los hombres no se van a sentir invadidos como les pasa a las mujeres, que están acostumbradas a que les invadan. Con las mujeres me da miedo ser superpesada, algo que no me pasa con ellos”, reconoce una de ellas.
Además, desde la pandemia, coinciden, se juntan menos los grupos y se han reducido las posibilidades de conocer a alguien a través de amigos o conocidos.
La sobresaturación y la hiperactividad que producen las redes acaba también cansando a casi todos, que lamentan que las redes roban el tiempo que había antes para encuentros presenciales.
“A mí cada vez me cuesta más atender el móvil, tengo siempre un montón de conversaciones sin abrir y, más que algo que facilita la conexión, se convierte en un agobio”, explica una estudiante de filosofía.
La “modernidad líquida”, esa naturaleza fluida y rápidamente cambiante de la sociedad moderna de la que hablaba ya hace años el sociólogo Zygmunt Bauman, parece dominar también cada vez más las relaciones interpersonales.
“Son rasgos de la época que vivimos”, destaca la organizadora del taller María Benito, una pedagoga y educadora sexual gallega, para quien “las dinámicas económicas de satisfacer inmediatamente tus deseos, consumiendo algo rápido para luego desecharlo, se ha trasladado al mundo de las relaciones”.
Benito, que empezó a organizar estos talleres hace dos años, explica a EFE que desde que trabajaba en temas de género se dio cuenta de que estaba “todo muy centrado en cuestiones de violencias” lo que le dejó “un poco la sensación de que faltaba algo más”.
“Hablando con la gente, parecía que teníamos muy claro lo que no había que hacer, pero no teníamos tan claro qué era lo que sí había que hacer, las cosas que teníamos que construir después de lo deconstruido”, afirma.
Empezó organizando talleres en línea y, al ver que la gente acudía, continuó haciéndolos presenciales en centros culturales, bares o asociaciones en diferentes ciudades de Galicia y también en Andalucía o Barcelona.
“La gente siente una sensación de alivio al final del taller. Entran pensando que tienen un problema, un bloqueo, que no saben qué hacer y después de escucharnos entre todos se bajan las ansiedades porque te das cuenta de que estamos todos más o menos igual”, señala.
Una queja que se repite mucho en sus talleres es la falta de espacios de ocio o encuentro más allá del consumo, como los bares.
“No hay un sitio al que puedas ir simplemente a estar. Estamos necesitando encuentros presenciales”, sostiene.
Más allá de cualquier otro resultado, su taller en Santiago sí ha conseguido al menos juntar a un grupo de desconocidos para reflexionar una tarde en voz alta sobre las relaciones humanas.




