Bienestar

¿Porqué es tan grande la sensación de bienestar que genera un baño en el mar?

Redacción

Ciudad de México, 14 ago (Crisol).- ¿En el mar la vida es más sabrosa? Eso es totalmente cierto como dice la popular canción, pero no sólo por disfrutar la belleza de las olas, los atardeceres y los amaneceres con el océano como marco ideal, sino por los beneficios que nos brinda en nuestra salud física y mental.

“Cuando nos adentramos en el mar, al placer puramente somático se le une un bienestar mental bastante más complejo que nos hace sentir en la mismísima gloria”, escribe la profesora del Departamento de Biología Animal, de la Universidad de Málaga, España, Victoria de Andrés Fernández, en un artículo publicado en el portal de la BBC.

“Desde el punto de vista de la neurofisiología se ha demostrado que la inmersión vertical en el agua genera efectos positivos de lo más interesantes. Para empezar, aumenta la velocidad del flujo de sangre que va por las arterias cerebrales medias y posteriores”.

Victoria de Andrés añade que si la inmersión en el mar se acompaña de ejercicio de baja intensidad (como caminar en el agua), se consigue la misma velocidad del flujo sanguíneo cerebral que corriendo moderadamente fuera del agua.

Mejoras en la circulación sanguínea
“Unido a este aumento del flujo circulatorio cerebral, los estímulos somatosensoriales que genera el aumento de la presión hidrostática producen un aumento de la actividad cerebral cortical, tanto en áreas motoras como sensoriales o parietales”, destaca la académica.

Además, con tan sólo sumergirse hasta los hombros se reduce el edema muscular y se aumenta el gasto cardiaco (sin incrementar el gasto de energía), lo que favorece el flujo sanguíneo generalizado y el transporte de nutrientes y desechos a través del cuerpo.

Lo anterior se traduce en la reducción drástica de la sensación de fatiga, indica la experta, quien aclara que no se consiguen los mismos beneficios para la salud al nadar en una alberca.

Para nadar, lo mejor es el mar
“El agua de mar, como bien sabemos, recibe aportaciones fluviales continuas de sales y minerales. Las fuentes hidrotermales submarinas y las erupciones volcánicas del fondo del mar contribuyen también a mantener elevada su concentración salina”, explica la profesora en el artículo publicado originalmente en el portal científico The Conversation.

“La consecuencia directa es doble. Por una parte, el agua salada es más densa que la dulce. Ello supone un mayor empuje y, consecuentemente, un menor esfuerzo muscular para mantenernos a flote. Dicho de otra forma, nadamos más relajadamente en el mar porque flotamos más”, precisa.

Resalta que las sales marinas se absorben a través de la piel, lo que contribuye de una manera muy importante al inhibir la interrupción de la barrera cutánea causada por agentes irritantes dérmicos. En otras palabras, el agua de mar acelera la recuperación de la piel y previene su sequedad.

Es por eso que los baños de mar se recomiendan como terapia para el tratamiento de la dermatitis crónica: “Un agua de mar especialmente enriquecida con sales de magnesio, como la del Mar Muerto (que en realidad es un lago ubicado entre Israel y Jordania), ha demostrado también una interesante acción antiinflamatoria”.

La académica apunta que a los efectos benéficos de bañarse en el mar se suma la ausencia de acciones negativas por aditivos que, obligadamente, tienen las albercas. “Añadir cloro es necesario para evitar la proliferación de protozoos, bacterias y hongos en el agua, pero irrita la piel”, aclara.

Efectos fisiológicos y psicológicos
“Hemos visto que la inmersión en el agua es beneficiosa y que, además, el hecho de que el agua sea marina es especialmente aconsejable para la piel”, subraya Andrés Fernández.

La experta agrega que además de que el gran volumen de agua del mar funciona como un regulador térmico importantísimo para el planeta -al enfriar el aire caliente y generar la reconfortante y fresca brisa marina-, ésta última “trae consigo una concentración muy elevada de aniones (iones con carga eléctrica negativa), ​que penetran por la piel, pero también por los pulmones”.

Victoria de Andrés destaca que los efectos fisiológicos y psicológicos de la brisa marina “no son nada desdeñables”, pues previenen desórdenes neuro-hormonales, reducen el estrés, tienen una acción antioxidante al subir los niveles de superóxidodimutasa e, incluso, mejoran el acné.

“Todavía podemos sumar más consecuencias beneficiosas, como la relajación que suponen la intensidad del color azul o los efectos tranquilizadores y sedantes del maravilloso sonido del batir acompasado de las olas. Hagan como yo y disfruten del mar porque, además, es gratis”, concluye la bióloga.

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